¡La gran noticia! Había un hombre llamado Simeón,
justo y piadoso, que guiado por el Espíritu Santo, estaba en el templo cuando
Jesús fue llevado allí para ser presentado de acuerdo con las disposiciones de
la ley de Moisés. El Espíritu Santo le había manifestado que no moriría sin antes ver al Ungido del Señor.
Lo
tomó en sus brazos y bendijo a  Dios,
diciendo “Ahora, Señor, despides a tu
siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu salvación,
la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para revelación a
los gentiles, y gloria de tu pueblo Israel”.  Lucas 2: 29-32 ¿A quién
vio Simeón? a Jesús recién nacido, es que la salvación es una persona,
Jesucristo; aunque no podemos verlo o tenerlo en nuestros brazos
como Simeón lo hizo, lo podemos conocer y sentir a través de la Biblia, la
alabanza, el servicio, evangelismo y la obra del Espíritu Santo. El deseo de Dios es presentar a  Jesús, su hijo a todo ser humano para que a
través de él reciba el perdón de sus pecados. Muchos piensan que no es
necesario recibir a Jesús como el Señor de su vida, pero se equivocan. Aquí
vemos a un hombre al cual le faltaba una cosa antes de morir, ver al “Ungido
del Señor” y por eso el Espíritu Santo lo llevó ese día al templo, así como
también lo hace cada vez que te lleva a un lugar donde se presenta a través de
la Palabra el “plan de salvación” el cual debes aceptar antes de morir, porque  después no tendrás oportunidad. La gran
noticia es que la salvación que Simeón experimentó no sólo es para los judíos,
sino también para todas las personas de todos los lugares del mundo.
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